Vivir para contarlo: "Así sobreviví a un infarto y a una cirugía de corazón abierto"
Con este testimonio te comparto mi experiencia personal, los síntomas que experimenté antes de ser diagnosticada y los desafíos emocionales y físicos que enfrenté y aun hoy enfrento por mi condición.
En un instante vi toda mi vida pasar frente a mis ojos: con la mirada pérdida, quedándome sin fuerzas, sin movilidad, completamente helada, pensando únicamente en que no me podía morir al lado de mi bebé. Pero, un diagnóstico a tiempo pudo salvar mi vida y me permitió contar hoy mi testimonio.
Era el puente festivo de marzo de 2022. Llegábamos de una reunión familiar en el llano con mi esposo, mi bebé y mi suegra. Yo venía conduciendo, pues, aunque generalmente voy atrás con mi bebé, mi esposo tenía que adelantar informes de su trabajo, así que me di a la tarea de traerlos de regreso.
Mi suegra nos acompañó para que yo pudiera estar con la familia, como es bien sabido, las mamás no tenemos esa libertad de compartir libremente debido a las tareas y los compromisos de la maternidad. Disfrutamos ese fin de semana: reímos, bailamos, cantamos.
En el camino hubo bastante tráfico, tuvimos una parada de casi una hora. Aproveché para ponerle el pijama a mi bebé y darle comida para tenerla lista al llegar a casa.
Finalmente, llegamos sanos y salvos. Mi bebé venía dormida y me dirigí a bajarla. Recuerdo que mi esposo se ofreció a subirla, y yo le dije: "No, descarga tú el equipaje con tu mamá y yo me encargo del bebé".
Subí la primera escalera para llegar del sótano al primer piso, y me sentí un poco débil. Asumí que era el cansancio de la manejada, pero cuando iba subiendo la segunda escalera, mis fuerzas se empezaron a desvanecer, un frío recorrió mi cuerpo y sentí como si mi alma estuviera dejando mi cuerpo..
Fueron minutos aterradores. Con un último aliento, logré dejar a mi bebé en su cuna dormida, y yo me tumbé en la cama. Fijé mi mirada en el techo y en mi mente solo le pude hablar a Dios, con dolor e impotencia: "No, Señor por favor no, no es el momento, no me puedo morir al lado de mi bebé".
Estaba en shock, no podía pedir ayuda, no podía moverme. Solo intentaba respirar y me costaba mucho, y mis lágrimas caían. Era lo único que me hacía sentir viva en ese momento.
Estaba helada, mis manos hormigueaban. No sé cuánto tiempo pasó. Quería que mi esposo subiera y me ayudara, pero ellos estaban bajando nuestro trasteo (un viaje con bebé es otro cuento).
Así que en un momento, con las pocas fuerzas que tenía dije: "No me voy a morir, o por lo menos no aquí". Como pude, me senté, miré a mi bebé y suspiré. En ese momento, tuve pánico de mirar dónde estaba acostada, fue simplemente una reacción, porque yo no tenía conciencia para pensar algo profundo en ese momento. Cerré los ojos por un momento y lo único que pensaba era: "¿Y si estoy ahí? ¿Y si ya me morí?"
Decidí abrir los ojos y, gracias a Dios, no estaba muerta. Sentí un gran alivio y me levanté lentamente para bajar las escaleras y contarle a mi esposo y a mi suegra lo que me había sucedido. Mi esposo me dijo: "Debes tener hambre y cansancio. Come algo y nos acostamos". Acepté su consejo.
Los síntomas
Eran casi la 1 a.m. cuando nos acostamos "a dormir". Mi esposo se quedó profundamente dormido, mientras tanto yo intentaba acomodarme, ya que sentía un aire entre el pecho y la espalda que me impedía respirar profundamente pues sentía un dolor intenso. Pensé que podría ser el "soroche", conocido como falta de oxígeno en el organismo debido a la alta presión atmosférica en los lugares con mayor elevación sobre el nivel del mar.
Además, sudaba muchísimo y tenía mucho frío. Recuerdo que en un momento me dieron muchas náuseas y tuve que ir al baño, pero no pude vomitar. El dolor al respirar se intensificó y no pude dormir ni un segundo esa noche.
A las 6 a.m. mi esposo me dijo: "Diana, vamos a urgencias. Estás pálida y mira cómo sudas". Yo no quería ir, no quería dejar a mi bebé, pero también pensé que gracias a Dios estaba mi suegra y eso me dio la tranquilidad para ir.
Mi esposo me dejó en urgencias y se fue a trabajar, yo le dije ve tranquilo, yo no creo que me demore mucho. Me examinaron y tenía taquicardia y la presión alta, me hicieron un electrocardiograma inmediatamente, y salió mal. Estaba infartada.
Yo no podía creer ese diagnóstico. Me pidieron llamar a un familiar, me canalizaron y me pusieron en una camilla. Mi esposo llegó para acompañarme y le comunicaron que me iban a trasladar a la Clínica Colombia y que me iba a recoger una ambulancia medicalizada.
A las 4 a.m. del día siguiente llegó mi ambulancia. Cuando por fin me recogieron, nos comunicaron que iba a la Unidad de Cuidados Intensivos Cardiovascular. En ese momento me di cuenta de la gravedad de mi situación y supe que no iba a ir a casa con mi bebé pronto.
En la clínica
Me acomodaron en una habitación de la UCI cardiovascular, me conectaron a muchos aparatos y empezaron a llegar los médicos. Me preguntaron mis antecedentes, qué vacuna me había puesto contra el covid-19, entre cientos de preguntas. Todos estaban asombrados con mi caso porque no era normal ver a una persona de mi edad infartada.
Pasaron 5 días entre análisis de sangre, electrocardiogramas, ecocardiogramas y, por último, una angiografía o cateterismo al corazón, que finalmente fue el examen que descubrió mi diagnóstico: origen anómalo coronario en la arteria pulmonar derecha.
Una anomalía congénita vivió conmigo por más de 30 años sin generar ninguna sintomatología.
Estuve cinco días en la UCI y 12 días más en el piso de cardiología. Fueron días largos, lejos de mi familia y de mi bebé. En esos días me ayudó mucho seguir trabajando y escribiendo, haciendo lo que me gusta, para tener la mente ocupada y olvidar, por instantes, ese momento tan difícil de mi vida.
El diagnóstico
De acuerdo con la revista colombiana de cardiología, el origen anómalo de la arteria coronaria derecha es una entidad clínica de incidencia baja, se agrupa entre las anomalías de las arterias coronarias que se originan durante la tercera semana del desarrollo fetal.
Puede afectar alrededor del 0,64 hasta el 1% de la población a la que se le realiza una angiografía coronaria, es una de las principales causas de infarto agudo de miocardio, con una prevalencia del 15% en este grupo de pacientes, además de ser la segunda causa de infarto agudo de miocardio y muerte súbita en atletas y jóvenes.
La solución
Finalmente, después de una junta médica con cirujanos cardiovasculares y cardiólogos, me informaron de que el tratamiento no podía ser farmacológico y que la única manera de corregir mi condición era con una cirugía de corazón abierto. Lloré por muchos días pensando en eso, pero al final lo acepté y vi la cirugía de corazón abierto como una oportunidad y no como un riesgo.
Me dieron el alta médica porque era mejor para mi corazón cicatrizar las lesiones causadas por el infarto, y eso requería por lo menos cuatro semanas, ya que había menos riesgo en la cirugía.
Así es como el 8 de junio de 2022 me presenté a las 7 a.m. en la Clínica Colombia para mi cirugía. Iba con toda la fe, tranquila, confiada en que mi oportunidad estaba vigente. En la sala de cirugía, todos fueron muy amables, me hicieron sentir segura y confiada en el equipo que estaría presente en mi cirugía.
El procedimiento duró alrededor de 5 horas. Me operó un excelente y reconocido cirujano cardiovascular, el Dr. Javier Darío Maldonado, con el cual estaré infinitamente agradecida, así como con todo su equipo de trabajo.
Cuando desperté en la UCI, mi esposo estaba a mi lado, esperando a que abriera los ojos. Tuve una recuperación rápida y milagrosa durante todo mi proceso. A los 4 días, ya estaba de vuelta en casa con mis seres queridos y al quinto día, regresé a trabajar.
Hoy, un año después de mi infarto y con 9 meses de cirugía, continúo con los controles rutinarios y perdura la ansiedad del estrés postraumático de toda esta situación que me tomó por sorpresa, hago ejercicio y trato de mantener hábitos saludables para alivianar toda la sintomatología que conlleva haber tenido un infarto y haber sido sometida a una cirugía de corazón abierto.
Este testimonio es un llamado a prestar atención a los signos de alarma de nuestro cuerpo. Debemos cuidar nuestra salud y en caso de tener síntomas complicados, no debemos dudar en ir al servicio de emergencia. Un diagnóstico a tiempo puede salvar nuestra vida.
DIANA ACUÑA GARCÍA
Periodista
REDACCIÓN CANAL INSTITUCIONAL