Con pinceladas, víctimas del conflicto transforman su dolor


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A doña Edilma, los grupos armados se le llevaron a su hija, Lina, y su esposo. Él le prometió que volvería. Han pasado diez años, desde entonces, y ella, aún continúa a la espera de ver su rostro, de nuevo.

Por: Ana Lucía Rey González- Equipo Digital Canal Institucional

 

En Aguazul (Casanare), los familiares de las víctimas de desaparición forzada han decidido resignificar su dolor a través de pinceladas multicolor. Un frondoso árbol echa raíces, mientras una guacamaya azul emprende vuelo en el mural colectivo que la comunidad, con el apoyo del artista caucano Jafeth Gómez, ha pintado para transformar las heridas del pasado (lea también: 'Los murales que cuentan las historias de los desaparecidos en Aguazul')

Jafeth, que lleva más de 30 años pintando, asegura que para ellos “el arte se ha convertido en una terapia liberadora y sanadora”. “Es muy complicado sentir lo que ellos sienten y vivirlo, de alguna manera, porque son historias muy  dolorosas”, cuenta.

Este artista, nacido en Patía (Cauca), empezó su labor, quizás sin saberlo, trabajando con la comunidad campesina en proyectos de alfabetización. Inicialmente, dice, su fin era enseñar a leer y a escribir, pero se dio cuenta de que la imagen por sí sola tenía un poder mucho mayor que las letras. “Cuando comencé a dibujar y la gente reaccionó de una manera diferente, me di cuenta de que es posible trabajar la imagen”, agrega.

Y es que para las personas que se han enfrentado cara a cara con la crudeza del conflicto, las palabras no bastan para expresar el dolor que cargan en el alma, y es por eso que él busca que sean las mismas víctimas quienes dejen plasmado lo que sienten, en obras de su autoría. Y con esto, dar un nuevo significado a sus experiencias.

 

El mural colectivo de Aguazul

Uno de los proyectos más representativos del artista es con los familiares de los desaparecidos en Aguazul, en el municipio de Casanare, que, según datos de la Defensoría del Pueblo, registró 500 desaparecidos, entre 1999 y 2004.

De allí es doña Edilma, como él la llama, una mujer que perdió a su hija en estado de embarazo y a su esposo, a  manos de las Autodefensas de Casanare.

Aquel día, los paramilitares irrumpieron en su casa y raptaron a su familia. Su esposo le aseguró que no había por qué temer, pues él no había hecho nada malo. Sin embargo, han pasado diez años y él no regresa.

Ella no sabe de su paradero; tampoco el porqué de lo que sucedió. Las lágrimas no le permiten terminar de contar la historia, como si por cada año que pasara, la tristeza echara raíces más hondas en su alma.

Mas el dibujo, con su inexplicable poder, le ha ayudado en este proceso de resistencia.  “Cuando empezamos el ejercicio –que dura tres días- ella no paraba de llorar”, asegura Jafeth. El último día fue Edilma quien lideró la marcha con la que se finalizaba la actividad.

En el mural, su nieto Yamir, sobrino de su hija, Lina, pintó la guacamaya azul de su tía alzando sus alas hacia el sol. La misma que, tres días después de su rapto, emprendió vuelo, como si hubiera decidido ir en su búsqueda.

Edilma, por su parte, pintó un venado, pues su esposo tenía una fascinación especial por estos animales. Quizás podría ser un elemento más de la composición, pero fue el que, pincelada a pincelada, secó sus lágrimas, convirtiéndolas en recuerdos inextinguibles. Una tímida sonrisa empezó a dibujarse en sus labios y, al llegar al final, con la ayuda de Jafeth, vio cómo su esposo revivía en un colorido trazo. 
“Al final encontró cosas bonitas de ellos, por ejemplo, de cómo era él, cómo eran sus sentimientos, aficiones y su manera de ser”, dice el artista.

Doña Edilma ha seguido pintando en compañía de su nieto, encontrando en esta actividad una manera de recordar sin dolor. “Lo que queremos hacer es no mostrar hechos dolorosos y revictimizantes, sino expresarlos en colores, que hagan que la gente vuelva a creer que es posible vivir en armonía”, asegura Jafeth, quien recuerda a esta mujer como una de las historias que más han marcado su labor con las comunidades víctimas del conflicto.

Murales colectivos

 

El arte, una expresión de resistencia

Jafeth ha trabajado con niños, jóvenes y adultos, en más de 60 ejercicios de este tipo. 

El mural tan solo es uno de los medios de expresión; otro, es a través de mosaicos, elaborados con retazos.  “Vamos construyendo algo que se convierte en una obra que le da mucho significado”, dice.

Ha trabajado, también, con comunidades de El Tambo  y Toribío, en Cauca. Allí, recuerda haber compartido con las viudas de estos municipios, quienes habían perdido a sus esposos en un puente que los grupos paramilitares usaban para desaparecer a los hombres que se atrevieran a pasar por este punto.

En Medellín del Ariari (Meta), cuenta, “la gente está volviendo a sus casas y ya pueden andar tranquilos por los caminos”. Sus habitantes, atemorizados por el intercambio de balas entre los grupos paramilitares y la Fuerza Pública, decidieron resistir y retornar.

En este corregimiento del municipio de El Castillo, cambiaron las armas por azadones, picas y carretas para la construcción y, hace más de un año, cuenta Jafeth, la tranquilidad impera en este lugar.

Estas son las historias que inspiran a Jafeth a seguir firme en esta labor, por y para las víctimas del conflicto armado en Colombia. “El arte nos lleva a la capacidad de asombrarnos, de sentir, de asumir el dolor del otro y eso nos ayuda a transformar cosas. También, nos brinda la capacidad de soñar con eso que queremos”, concluyó.