#ConversemosEnPaz: ¿Dónde está la sociedad cuando los excombatientes llegan?


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Grupo de Pedagogía para la Paz
Presidencia de la República

Bogotá, D.C., 20/SEP/2015 (Informe Especial)-. No buscaron la guerra sino que les llegó. La padecieron, hicieron daños, causaron sufrimientos, combatieron, tiraron a matar y sobrevivieron.

Con los años, encontraron razones y circunstancias para descubrir el rostro humano del enemigo, hastiarse de la guerra y sus métodos, desobedecer a las comandancias o sentirse frustrados o engañados. Además, fueron capaces de imaginarse en libertad y seguros en el seno de una sociedad solidaria con su proceso de reintegración y comprometida en la construcción de la paz.

Tres vidas, la misma guerra

Cuando Nidia cumplió sus doce años, una tarde cualquiera, guerrilleros de las Farc llegaron al internado donde estudiaba y se la llevaron con cinco niños más como un “aporte” de sus familias a la revolución.

Edinson, por entonces un joven sindicalista de las Empresas Públicas Municipales de Cali, a quien le gustaban las ideas del cura Camilo Torres, buscó protección en el ELN, después del asesinato de cinco de sus compañeros.

Y Jorge Eliécer, un campesino antioqueño que prestó servicio militar porque le gustaba mucho el uniforme, se enroló en las autodefensas tan solo por la promesa de que volvería a la legalidad como un soldado profesional.

Hoy, ella espera bebé. Jorge es apicultor. Y Edinson –ya sesentón– es un líder social en las comunas de Cali que salva vidas de niños y jóvenes enredados con las armas y la ilegalidad.

Los tres son los invitados este domingo 20 de septiembre por Canal Institucional, a las 8 de la noche, a #ConversemosEnPaz, serie auspiciada por la Autoridad Nacional de Televisión (ANTV).

Las claves del éxito

Entienden su proceso de desarme, desmovilización y reintegración como una contribución valiosa a la paz. Reconocen que, como todo proceso, el de reintegración no está exento de obstáculos y limitaciones.

Por su experiencia saben que si hay voluntad del excombatiente, compromiso de los servidores públicos que los protegen y procesos efectivos de inclusión laboral, educativa, recreativa y cultural, cada proyecto de vida se establece y termina siendo exitoso.

No vacilan en decirlo y en reafirmarlo. Cada proceso exitoso de reintegración es una transformación en la vida del excombatiente, una respuesta al clamor de quienes claman el fin de la guerra y de tanta inseguridad y un factor de confianza para quienes aún están en los grupos alzados en armas y al margen de la Ley.

Nunca más

Conmueve oírles decir, una y otra vez, que están dispuestos a aportar su experiencia para que a otros no les pase lo mismo: que nadie se vaya a la guerra engañado, obsesionado por una idea, convencido por una ideología, azuzado por un vengador, forzado por una circunstancia, reclutado contra su voluntad o atraído por un plato de comida que le ofrece un grupo armado.

Racionalmente no pueden responder por qué entregaron información sobre sus madres, padres y hermanos, poniendo en riesgo sus vidas; por qué atentaron contra vecinos, amigos o conocidos que combatían en el bando enemigo; por qué reclutaron a menores de edad o  por qué callaron verdades que hubiesen salvado vidas o hubiesen dado sosiego a otros.

Los miedos del antes y el después

En la guerra experimentaron miedo a los combates y a morir en ellos, a ser capturados y recibir largas condenas, a las delaciones o deserciones, a defraudar la confianza de los mandos o cometer errores militares.

Al desarmarse, desmovilizarse y emprender el proceso de reintegración, fueron otros los miedos: salir del hogar de paso, perder la protección, confiar en los desconocidos de la calle, saber protegerse de los vengadores que pudieran aparecer en el camino y, claro, miedo a la inseguridad jurídica, al rechazo, a la estigmatización, a los prejuicios y estereotipos y a la necesidad de asumir nuevos roles, como el de actuar con autonomía y no en estado de obediencia.

La vida

Hoy sueñan con educar en paz y libertad a sus hijos, a los habidos y por venir y confían en reconstruir sus hogares o en establecer nuevos y duraderos.

Están seguros que pueden ser exitosos en sus trabajos y ser reconocidos por sus capacidades, sus responsabilidades, su honradez y sus aportes. Reclaman el derecho a la igualdad y a no ser rechazados por su pasado violento, su origen familiar o su filiación política.

Se asumen ciudadanos, sin privilegios especiales, con responsabilidades y deberes. Se sienten retados como sujetos políticos activos y dispuestos no solo a votar sino también a competir en procesos electorales.

Esperan mucha solidaridad de quienes no han estado en la guerra y confían en que sean capaces de entender su pasado y de ponerse en sus zapatos.

Confían en que el proceso de conversaciones para poner fin al conflicto armado dará sus frutos y, sobre todo, no vacilan un instante en que serán los primeros dispuestos a enlistarse, ya no para la guerra sino para la construcción de la paz (Fin/CCh).